MUSEO DE ARTE DE CALDAS, DIEZ AÑOS

 

Octavio Hernández Jiménez

 

A MODO DE ACTA INAUGURAL

 

Para la historia de la cultura en Caldas, el 15 de junio de 2.000 será fecha digna de recordación. Y también para el progreso de la región. A las tres de la tarde de ese día, contra los pronósticos más pesimistas, tuvo lugar el cierre financiero previo al inicio de las obras de construcción de la Autopista del Café, en el tramo correspondiente a Caldas, proyectada para acelerar las comunicaciones terrestres entre Manizales, Pereira y Armenia. A las seis de la tarde del mismo día, en el quinto piso del Banco Cafetero, en donde funcionaba el Fondo Cultural Cafetero, se llevó a cabo la firma de constitución del Museo de Arte que bastante falta le venía haciendo a Manizales y Caldas.

 

La mesa de honor estuvo encabezada por el expresidente de la república, Doctor Belisario Betancur, flanqueado por el Gobernador del Departamento de Caldas, Doctor Tony Jozame Amar, el Alcalde de la ciudad, Doctor Germán Cardona, la pintora María de la Paz Jaramillo, el maestro de las artes David Manzur, la señora Elvira Escobar de Restrepo y el Doctor Ignacio Restrepo. Como telón de fondo el mural en madera del maestro Guillermo Botero y, al pie de las banderas, una de sus tallas bíblicas, obra sillar del Museo.

 

El Doctor Restrepo, como Presidente de la Junta, con palabras exaltadas, se refirió a las artes pretéritas en la parroquia. El Alcalde comentó el suceso del cierre financiero que daba luz verde al proyecto de la vía en la que la capital de Caldas tiene afincadas sus esperanzas de desembotellamiento. El Gobernador insistió en esa obra y, con respecto al motivo que nos congregaba, propuso llevar a la Asamblea Departamental la propuesta de entregar, en comodato, un piso del Palacio de la Gobernación, en ese momento en proceso de reestructuración y remodelación, para la instalación provisional del Museo de Arte, propuesta que encendió las opiniones previstas.

 

Entre la asistencia, muchos movieron la cabeza afirmativamente y con alegría. Un edificio tan espectacular era digno de una escogida colección de arte. Pero, a medida que otros personajes expresaban sus puntos de vista, la propuesta del Gobernador fue creciendo, ramificándose y enriqueciéndose.

 

Belisario habló de lo significativo y oportuno que era pensar en la Cultura en grande, en un momento de crisis social, política, económica, financiera y moral como esa en la que se debatía Colombia. La cultura como tratamiento de acupuntura. Se explayó hablando de Bilbao (España) como sede del Museo Guggenheim y el impulso que esa obra monumental dio al turismo, al desarrollo arquitectónico y vial de una ciudad, hasta ese entonces, saturada de industrias malolientes y de polución.

 

María de la Paz, hija de la tierra, se reconcilió con los manizaleños al ofrecer su colección privada de autores distintos a ella para el nuevo Museo. Ya había donado una buena muestra de sus obras al Museo de Arte de Pereira. Expresó que, un sitio que se debería tener en cuenta al buscar la sede definitiva, sería la fábrica de cerveza Bavaria, contigua a la Universidad Autónoma, en uso de forzado retiro desde cuando dejaron de producir para importar la cerveza de otras ciudades.

 

Los espacios de la fábrica Bavaria eran de generosas dimensiones y constituían un valioso documento del quehacer industrial del siglo XX, en nuestra ciudad. Inglaterra inauguró a comienzos del 2000 su más espectacular museo de arte al acondicionar, con sobrio refinamiento, una vieja fábrica abandonada. En junio de este mismo año se inauguró el Experience Museum Project, primer museo interactivo de rock y en los vericuetos del Museo de Arte Moderno de Bogotá exponían la obra de María Elvira Escallón consistente, en parte, en un arrume de deshechos de construcción, objeto que desacralizaba el exquisito recinto planeado por Salmona. La fábrica de Bavaria contaba con espacios al aire libre para exposiciones que demandaban senderos y vegetación y la vecindad de una universidad con su población dinámica.

 

David Manzur agradeció al Gobernador su bondadosa oferta pero era partidario de empezar pensando en grande, en un museo como museo, no en espacios sólo para colgar cuadros sino que, desde un referente de la museística moderna, era necesario proyectar espacios enormes, vacíos, armables y desarmables, aptos para llenar de cualquier cosa incluso de sólo aire. Ofreció una obra que se podría rifar y así conseguir dineros urgentes para arrancar y abrió las puertas para otras donaciones más perdurables.

 

Se leyeron apartes de los estatutos que, a pesar de lo nuevos, ya era conveniente reformar. Se nombraron como socios honorarios a Belisario, Maripaz y Manzur. Los socios fundadores presentes en el recinto firmamos al pie de los estatutos, se dio continuidad a la Junta provisional que venía operando, se nombró por aclamación a Elvira Escobar, hada madrina, como directora ejecutiva y, luego, se dio paso al campo de proposiciones.

 

BÚSQUEDA DE UN NOMBRE

 

Desde hacía días, se venía discutiendo si el museo debería llamarse Museo de Arte Moderno de Manizales, Museo de Arte de Manizales, Museo de Manizales u otras fórmulas en las que se entretenían, más en voz baja que alta, los dómines de la parroquia. Discusiones de alto coturno, al respecto, no hubo pues, en esta época de violencia, en Colombia, las armas de la inteligencia habían cedido la palabra a las armas físicas que hieren y que matan. Prevención o falta de interés entre los intelectuales y humanistas de la ciudad.

 

Carlos Arboleda, director del Instituto Caldense de Cultura, en ese entonces, propuso que la nueva institución se llamara Museo de Arte de Caldas, argumentando que muchos de los buenos artistas caldenses no son manizaleños.

 

Eso es cierto. Los Palomino (pinturas al óleo) son de Riosucio; Sandy Arcila (óleo, pastel y mural) era de Aguadas; Sergio Trujillo Magnenat (ilustrador, litógrafo, autor de carteles, diseño de muebles y pintura al fresco), de Manzanares; Bernardo Arias (grabado y tintas), de Pácora; Teodoro Jaramillo (acuarela), de Ibagué; Guillermo Botero (talla en madera, escultura en cobre y vidrio), de Pácora; David Manzur (hilos sintéticos, óleo y grabado), de Neira; Jesús Franco (acuarela), de Sevilla (V,); Ramiro Ramírez (óleo y lápiz), de Chinchiná; Ramírez Gómez (óleo) y Alberto Betancur (grabado, collage, tintas), de Aranzazu, Diego Panesso (óleo y escultura en resina), de Viterbo, Beatriz Echeverri (escultura en resina y cuero) es de Salamina, algunos de Villamaría, por nacimiento o adopción, y otros que, sin haber visto la luz en la capital, tendrían puesto asegurado en esa institución por la dignidad de su obra.

 

Belisario acogió entusiasmado la propuesta y la reforzó con argumentos como los de que, Museo de Caldas, igual que la Autopista del Café, sería motivo de unión entre los pueblos sobre los que Manizales tiene influencia y llamarlo Museo de Caldas reafirmaba la maltrecha caldensidad, así como el Museo de Antioquia, propuesto por Fernando Botero para sustituir el viejo Museo Francisco Antonio Zea de la capital paisa, ha aglutinado orgullosamente a todos los antioqueños. Algo más: el expresidente de la república propuso que se le agregara la palabra Fundación pues eso abría oportunidades de colaboración nacional e internacional. La palabra Fundación tiene carisma. Al votarse quedó como nombre de la nueva entidad cultural el de Fundación Museo de Arte de Caldas.

 

En el coctel que siguió al acto le solté, jubiloso, este acertijo a María de la Paz Jaramillo:

- Maripaz: ¿Qué es MAC?

- Museo de Arte de Caldas.

- Mac es un camión enorme y deslumbrante que nadie puede detener.

 

 

TRASHUMANCIA

 

La sede del Museo ha sido un caballito de una batalla que se sigue librando. Inicialmente se pensó que el edificio de la Alcaldía vieja, en el Parque de los Agustinos podría ser remodelado y serviría de sede permanente. El Alcalde la prometió pero puso unos condicionamientos y plazos tan apremiantes que en otras palabras lo estaba negando. Ingenuamente, arquitectos de la Universidad Nacional llegaron a hacer planos y videos que convertirían ese edificio desocupado en un inigualable museo, con jardines y terrazas como nadie lo habría soñado.

 

En la primera temporada, la incipiente colección estuvo en la sede del Fondo Cultural del Café hasta cuando se adaptó el cuarto piso. La adecuación resultó sobria y elegante. El generoso espacio adquirió una dimensión lujosa. El edificio entró en negociación. Llegaron las dependencias de la Alcaldía y hubo que desocupar.

 

Para conmemorar el primer centenario de creación del Departamento de Caldas (1905-2005), el Museo de Arte programó dos exposiciones de trascendencia. La primera, entre agosto y septiembre de 2005, una muestra de lo que llamaríamos Exposición-homenaje a “cinco maestros del arte caldense”: Sergio Truillo Magnenat, Alipio Jaramillo Giraldo, David Manzur Londoño, Luciano Jaramillo Trujillo y María de la Paz Jaramillo González. La segunda muestra (noviembre a enero de 2002) recopiló obras de lo que denominaron “Generación Intermedia de Artistas Caldenses”, integrada por Óscar Naranjo y Jaime Valencia (q.e.p.d.), Carlos Augusto Buriticá, Walter Castañeda, Olga Lucía Hurtado, Cosme Jaramillo, Juan Manzur Londoño, María Helena Mejía, Jenaro Mejía, Luis Guillermo Vallejo, Gustavo Villa, María Inés Gallego, Olga Lucía Londoño, María Victoria Vélez, Jorge Eduardo Arango, Adriana Duque, Clemencia Echeverri, Liliana Estrada, Adriana Gaviria, Jorge Hurtado, Carlos Pineda, Fabio Rincón, Federico Ríos, Vicente Matijasevic, Juan Carlos Salas, Beatriz Echeverri, Alberto Reyes y Alba Lucía Solorza. Con seguridad que no eran todos los que estaban ni estaban todos los que eran.

 

Había varias conclusiones para sacar: El número de personas dedicadas a las lides del arte era muy grande en el Departamento de Caldas. Hacía cien años, no eran más de dos o tres, fuera de Ángel María Palomino, el Vásquez Ceballos de la pintura caldense. Era admirable el número de mujeres que integraban esa nómina. Antes, el arte era machista por lo menos en el número de integrantes. También llamaba la atención la universalidad de técnicas y estilos utilizados por los seleccionados: Dibujo, lápiz, tinta, carboncillo, pintura, óleo, témpera, vinilos, collages, escultura, bronce, hierro forjado, madera, lámina de zinc; realismo, surrealismo, hiperrealismo, abstraccionismo y demás ismos que se inventaron en los cien años que se conmemoraban. No pertenecían a la llamada “generación intermedia” las paletas vivas mayores de la nómina de artistas plásticos: David Manzur y Maripaz Jaramillo. Otros de esos nombres mayores ya se habían marchado con sus paletas a otros cielos: Alipio Jaramillo, Sergio Trujillo Magnenat, Luciano Jaramillo, Guillermo Botero. De ahí su ausencia.  

 

En mayo de 2006, tuvo lugar una de las últimas exposiciones abiertas en el cuarto piso del Fondo Cultural del Café. Resultó inolvidable. Se trataba de la muestra “Travesías” de Anna María Botero cuya materia prima era la madera. Madera tallada con figuras modernas y, lo mejor, leños abandonados que por disposición de la artista asumían la altivez y nostalgia de aquellas embarcaciones tal vez abandonadas por Ulises, en su regreso a Ítaca.

 

En febrero de 2007, llevaron una selección de obras del Museo de Arte de Caldas para ser exhibida en la sede de la Fundación Gilberto Alzate Avendaño, en el barrio de la Candelaria, de Bogotá. Entre los artistas que hacían parte de la selección, en ese entonces, estaban: Andrés de Santamaría, Adriana Duque, Alipio Jaramillo, Ana María Botero, Antonio Caro, Ángel Lochkartt, Armando Montoya, Armando Villegas, Bairo Martínez, Carlos Augusto Buriticá, Eduardo Ramírez Villamizar, Francisco Londoño, Freddy Alzate, Guillermo Botero, Guillermo Vélez, Gustavo Villa, Jenaro Mejía, Jean Gabriel Tenót, Julia Merizalde, Jinja Konishi, Juan Antonio Roda, Leonel Góngora, Luciano Jaramillo, Manuel Hernández, María de la Paz Jaramillo, María Victoria Vélez, Marisol Rendón, Olga Lucía Hurtado, Óscar Naranjo, Óscar Roldán, Rosa Sanín, Santiago Cárdenas, Santiago Escobar, Teresa Cuellar, Vicente Matijasevic, Walter Castañeda (Eva Clarens). Artistas de todas las edades; más jóvenes que viejos. Jóvenes con mucho kilometraje por recorrer. De los viejos artistas, nuestro Museo de Arte, por desgracia, no quedó con lo mejor de su producción.

 

En el caso de la colección del Museo de Arte de Caldas, entre las obras prescindibles de toda antología, se puede decir que tiene orgullosamente qué mostrar. El tiempo añeja los vinos, las bibliotecas y las colecciones de arte. La institución que vela por buena parte de nuestra herencia cultural había alcanzado su feliz uso de razón.

 

En agosto de 2007, el Museo de Arte de Caldas, con la exposición “Uré: pezuña y bahareque” del artista Cristo Hoyos, abrió las puertas de la nueva sede catalogada de “provisional”. Piso subterráneo del Teatro Los Fundadores. ¿Hasta cuándo estará allí? Después de Cristo llegaron las obras correspondientes al concurso BAT, de arte popular.

 

Parece que, el futuro de la sede del Museo está atado al desarrollo del Proyecto de la Ciudadela San José. Que el destino no concluya con otra promesa estrellada como resultó el ofrecimiento de aquel otro alcalde.

 

Para celebrar los diez años de creación del Museo de Arte de Caldas, se dio apertura a la exposición de las obras que integran la Colección Bancafé, llegadas en calidad de Comodato con el Museo Nacional de Colombia. La conforman 34 obras que son una buena selección de obras de la plástica colombiana en la segunda mitad del siglo XX.

 

En el transcurso de los diez años que nos ocupan, el Museo ha realizado 88 exposiciones, con los correspondientes recorridos guiados, folletos, charlas con los creadores y curadores de las muestras. En ese lapso, el Museo ha logrado atesorar 250 obras. El horario que maneja sigue siendo, de lunes a viernes, de 8:00 a.m. a 12:00 m. y de 2:00 p.m. a 6:00 p.m. Los sábados, de 9:00 a.m. a 1 p.m.

 

La propuesta mayor del Museo ha sido intentar que el Arte se convierta en parte de la vida cotidiana de los caldenses.