LOS GOLIARDOS Y LA PESTE NEGRA
Octavio Hernández Jiménez
A través de la historia, las culturas no han perdido de vista a las personas ociosas. Por lo menos, eso ha ocurrido en la cultura occidental. Aparecen en la vida rutinaria y en las obras de teatro europeo, desde tiempos imperiales. Todos los caminos conducían a Roma por lo que la capital del imperio se vio inundada de gentes de diverso origen que recorrían las vías a la espera de que emperadores armaran campañas bélicas para enrolarse en ellas.
Trajano inició las campañas con la pretensión de expandir las fronteras del imperio, sobre todo hacia la Dacia o Rumania, y el objetivo de sacar la masa flotante, de brazos caídos, que recorría las calles de la capital, para combatir lejos, en vez de esperar que los enemigos atacaran, destruyeran lo que encontraran a su paso y tener que combatirlos en las propias calles de Roma.
Los vagos aparecieron, en la capital del imperio, como personajes centrales de las comedias de Plauto, en forma de hijos que estafan a los padres, de soldados que con mentiras consiguen dinero para sus amos fanfarrones y de jóvenes enamorados pero sin cinco que necesitan dinero para cubrir la dote, ¡pobre “Gorgojo”!
Los emperadores entretenían, en el Coliseo, a patricios, ciudadanos romanos y plebeyos desocupados, en gran número, con series de espectáculos que podían durar semanas y meses. El lema imperial era dar Pan y Circo (Panem et circensem). En el Coliseo, cabían 50.000 espectadores que, al final de la presentación, abandonaban el edificio por las enormes salidas llamadas vomitorios. Qué tal el estado lamentable en que lo dejaban.
Devorando siglos nos encontramos en la Alta Edad Media en la que los caballeros, protagonistas de muchas páginas de su historia, dedicaron la mayor parte de sus vidas cotidianas a montar a caballo, participar en torneos de espada y disfrutar las exquisiteces del derecho de pernada.
Los cortesanos, de antes y de ahora, han sido vagos con pergaminos y sinecuras o sea individuos con cargos que, en las administraciones de esos siglos como en las actuales, solo requieren poner en marcha muchas intrigas para disfrutar de las prebendas de sus oficios.
La Alta Edad Media, en los siglos XII y XIII, produjo páginas y obras admirables en filosofía, teología, derecho, arquitectura, literatura, investigación científica y leyes del mar. Dante coronó la Edad Media, y Petrarca y Boccaccio, en el siglo XIV, fueron los heraldos del Renacimiento. Multitudes de creyentes que ya no hablaban en latín sino en las lenguas vulgares de cada país, peregrinaban hacia santuarios de gran fama como Santiago de Compostela, (tumba del apóstol), Colonia (tumba de los reyes magos), París (fragmentos de la corona de espinas), Turín (sábana santa), Roma (tumba de San Pedro) y otras ciudades en donde exhibían fragmentos de la cruz de Cristo, ropajes o huesos de santos.
Entre los creyentes, iban de paseo muchos vagabundos conocidos como goliardos. Pasaban la vida, por caminos, en hostales y conventos, bajo fastuosos pórticos de piedra de las catedrales y en portales de las plazas, a costillas de feligreses dadivosos.
Esos vagos dedicaban su vida a andar por el mundo errantes (“degis in orbe vagus”), nunca llegaban tarde a beber (“ad potum tardus non es”), sumidos en la inmundicia (“stas in putredine totus”), envejeciendo mientras se entregaban a los excesos de la comida y la bebida (“potibus ac escis nimis insistendo senescis”), engañando con sus poemas (“cur…per tua carmina fraudas”), como quedaron retratados, en distintos textos de la célebre recopilación Carmina Burana, (Benediktbeuern), de los siglos XII y XIII. Está en latín, la mayor parte, y también en germánico medio y provenzal antiguo. Esas mezclas o formas vulgares rescatadas en ese códex buranus eran la forma de expresarse de los goliardos que aparecen en esa cantata.
La palabra ‘goliardo’, según el Diccionario de la Lengua Española se refiere a individuos “dados a la gula y a la vida desordenada, seguidores del vicio y del demonio personificado en el gigante bíblico Goliat”. Goliardos o escolares vagabundos (“vagos scholares aut goliardos”), fueron históricos antecesores de los hippies del siglo XX (“secta vagorum scholarium”).
Esos caminos por donde iban y volvían las romerías y en donde se foguearon las lenguas romances, a mediados del siglo XIV, se despoblaron con la aparición de la Peste Negra que, llegó de China por los puertos de Venecia, Génova y Marsella para cubrir a Europa como una nube oscura (entre 1347 y 1353). Se calcula que en Europa, en 7 años, murieron más de 50 millones de personas y en Asia, alrededor de 60 millones. La Peste Negra tuvo varios rebrotes, en los siglos sucesivos, hasta volver a encontrarla en el siglo XIX.
La ebullición social movilizó por las villas a goliardos, estudiantes universitarios, integrantes de gremios, mientras las casas y las calles de las villas se saturaban de muertos por la peste; se reunían en medio de ese caos y se dedicaban a las llamadas danzas de la muerte. Los participantes bebían, bailaban, en medio de los cuerpos de las víctimas de la epidemia, representaban farsas teatrales, y entonaban poemas despiadados en que se burlaban de la ridiculez del poder, de la futilidad de las riquezas, la inutilidad de los esfuerzos humanos y la brevedad de la vida.
El himno de las universidades medioevales que se ha transmitido hasta los tiempos modernos sintetiza las emociones y consignas de esa temporada histórica: “Gaudeamus, igitur,/ iuvenes dum sumus/ Venit mors velociter/ rapit nos atrociter/ nemini parceretur” (“Alegrémonos, entonces,/ mientras seamos jóvenes/, Viene la muerte velozmente,/ nos arrastra atrozmente/ y a nadie perdona”).
Entre los siglos XIV y XV, el tema de la muerte obsesionó a los poetas y a la gente de teatro. En español arcaico, aún se conserva el texto de una Danza de la Muerte, obra en la que se increpa a personajes como el Papa, el Emperador, el Médico, la Doncella y concluye con la satisfactoria advertencia de que la muerte iguala a todo mundo.
Esa tónica de desencanto se hace presente en el magnífico poema “Coplas a la Muerte de su Padre el Maestre don Rodrigo”, de Jorge Manrique, siglo XV, en el que retoma el espíritu de la fugacidad de la vida para plasmarlo en uno de los monumentos literarios más admirados de la literatura española.
“Recuerde el alma dormida,/ avive el seso y despierte/ contemplando/ cómo se pasa la vida,/ cómo se viene la muerte/ tan callando: / cuán presto se va el placer,/ cómo después de acordado da dolor/, cómo a nuestro parecer/ cualquiera tiempo pasado fue mejor”.
En la Península Ibérica, durante la Edad Media y albores del Renacimiento, los tesoreros, secretarios y amanuenses de los caballeros adinerados, por lo general, eran judíos. Otros judíos prestaban plata de su propio peculio. Muchos deudores, para no pagarles a los judíos, los acusaron sin argumentos reales, de ser los causantes de la Peste Negra, con argumentos extraños como que envenenaban las fuentes de agua que surtían a las villas para que murieran todos los habitantes. Por delitos como ese, recluyeron a muchos judíos en las prisiones, antes de condenarlos a muerte.
OCTAVIO HERNÁNDEZ JIMÉNEZ
(San José de Caldas, 1944), bachiller del Colegio Santo Tomás de Aquino de Apía (1962) y luego profesor del mismo centro educativo. Profesor de la Universidad de Cundinamarca (1974-1975). Profesor Titular y Profesor Distinguido de la Universidad de Caldas, en Manizales (1976-2001). Primer decano de la Facultad de Artes y Humanidades (1996-1999) y Vicerrector Académico (E.) de la misma Universidad (1996). Premio a la Investigación Científica, Universidad de Caldas, (1997). Primer Puesto en Investigación Universitaria, Concurso Departamento de Caldas-Instituto Caldense de Cultura (2000). Primer Puesto Categoría de Ensayo Nuevos Juegos Florales, Manizales, (1993 y 1995). Miembro Fundador de la Academia Caldense de Historia, Socio Fundador del Museo de Arte de Caldas, Miembro de la Junta Directiva de la Orquesta de Cámara de Caldas. Orden del Duende Ecológico (2008).
* OCTAVIO HERNÁNDEZ JIMÉNEZ ha publicado las siguientes obras: Geografía dialectal (1984), Funerales de Don Quijote (1987 y 2002), Camino Real de Occidente ( (1988), La Explotación del Volcán (1991), Cartas a Celina (1995), De Supersticiones y otras yerbas (1996), El Paladar de los caldenses (2000 y 2006), Nueve Noches en un amanecer (2001), Del dicho al hecho: sobre el habla cotidiana en Caldas (2001 y 2003), El Español en la alborada del siglo XXI (2002), Los caminos de la sangre (2011), Apía, tierra de la tarde (2011). Su ensayo “El Quijote en Colombia” hace parte de la Gran Enciclopedia Cervantina, de Carlos Alvar (2006).
* “El humanista Octavio Hernández Jiménez contribuye a la afirmación de la cultura popular en Caldas. Él, con ese orgullo caldense que siempre expresa en sus escritos, se ha empeñado en divulgar el folclor regional, pensando siempre en afirmar la identidad y autenticidad de la cultura caldense en el marco y relaciones con la cultura popular colombiana. El humanista caldense tiene una fuerza cultural muy significativa en el conocimiento y cultivo del folclor y en los aspectos diversos de la cultura popular que reflejan la esencia del alma colombiana. Octavio Hernández en su obra transmite la idea de que es necesario fortalecer en los caldenses la conciencia regional y nacional como pueblo de grandes valores y atributos” (Javier Ocampo López, miembro de la Academia Colombiana de la Lengua y de la Academia Colombia de Historia, en el texto “Octavio Hernández Jiménez, el humanista de la caldensidad”, 2001).
Título: Orden del Duende Ecológico.
“República de Colombia/ Alcaldía Municipal San José Caldas/ Nit. 810001998-8/ II Fiestas de Mitos y Leyendas. Resolución Nro 093-08 Octubre 09 de 2008. Por medio de la cual se otorga la Orden del Duende Ecológico. El Alcalde Municipal de San José Caldas, en ejercicio de sus facultades Constitucionales y, CONSIDERANDO: Que mediante el Acuerdo Municipal número 216 de 2008, se creó la Orden Del Duende Ecológico, máxima condecoración que el Alcalde Municipal concede a sus ciudadanos más destacados. Que es deber de esta Administración exaltar las cualidades y virtudes de una Persona Ilustre del Municipio que con su actuar ha dejado en alto el nombre del Municipio. Que el Doctor Octavio Hernández Jiménez es reconocido como un señor íntegro en medio de sus labores misionales, amante de la tradición y cultura propias de nuestra región, las cuales da a conocer como embajador de nuestro municipio a nivel regional y nacional. Que el Doctor Octavio Hernández Jiménez se ha destacado como un insigne señor, cívico por excelencia, colaborador incansable; se ha hecho presente en el desarrollo de importantes programas que han impulsado el progreso de nuestro Municipio, difundiendo ejemplo para presentes y futuras generaciones. Que el Doctor Octavio Hernández Jiménez se ha destacado en el estudio de la influencia de los mitos y leyendas y su divulgación dentro del Municipio de San José Caldas. Que según estudios realizados por el Doctor Octavio Hernández Jiménez, dentro de la historia del municipio se creó la figura del Duende Ecológico para preservar las aguas, nombre que hoy recibe la presente Orden. En mérito de lo expuesto, RESUELVE: Artículo Primero: Otorgar la Orden Duende Ecológico al Doctor Octavio Hernández Jiménez. Artículo Segundo: Exaltar las cualidades de tan ilustre personaje, quien con su excelente desempeño ha dejado un gran legado en el arte de escribir y en la conservación del patrimonio cultural. Artículo Tercero: Hacerle entrega de una placa al Doctor Octavio Hernández Jiménez, en acto público a realizarse el día 09 de octubre de 2008. Artículo Cuarto: Copa de la presente resolución será entregada en nota de estilo al Doctor Octavio Hernández Jiménez, en dicho acto. Comuníquese y cúmplase. Expedida en San José Caldas, a los nueve (09) días del mes de octubre del año dos mil ocho (2008). Daniel Ancízar Henao Castaño, Alcalde Municipal”.
octaviohernandezj@espaciosvecinos.com
Compartir
Sitios de Interés