KILÓMETRO 41 Y SUS NUEVOS DESAFÍOS
Octavio Hernández Jiménez
Este caserío ubicado a orillas del río Cauca fue, con seguridad, un sitio de confluencia, en el sistema vial colombiano del período de la Colonia y la naciente República. En esos predios existía el Paso de Velásquez, sitio por el que cruzaban, a través del caudaloso río, los viajeros que iban de la capital del país hacia el Chocó o viceversa.
El Kilómetro 41, como sitio de paso, es anterior a Arauca aunque este paraje ya se menciona en las narraciones de las Guerras Civiles en lo que tiene que ver con los sucesos que se desarrollaron en la zona occidental del país. Al cruzar el puente colgante, en “El 41”, se asciende a La Margarita y de ahí se continúa el viaje a los pueblos del Bajo Occidente de Caldas y el Chocó. No se olvide que el nombre correcto de este paraje junto a Cambía, no es Las Margaritas sino La Margarita, debido a que ese era el nombre de la esposa de quien fuera propietario de ese terreno, a finales del siglo XIX, como consta en los relatos de las Guerras Civiles.
La tarabita que existía inicialmente fue reemplazada por el puente colgante, en la década de los treinta del siglo XX. En esa misma década extendieron por esos valles los rieles del ferrocarril que comunicaría al Valle del Cauca con La Felisa. De ahí apareció el primer conglomerado con el curioso nombre del “Kilómetro 41”, que se explica porque hasta allí hay 41 kilómetros de línea férrea, si empezamos a contarlos desde La Felisa.
La población del “caserío” estuvo conformada, en el principio, por peones que tumbaron monte, mataron tigres y boas para montar las exuberantes haciendas que rodean este conglomerado. Estamos ante lo que queda de los campamentos de trabajadores que armaron en las primeras décadas del siglo XX.
El Kilómetro 41 es un corregimiento de Manizales dotado de excelente infraestructura. Sus casas y negocios cuentan con agua potable a cargo de Empocaldas, Inspección de Policía, Puesto de Salud, Casa de la Cultura, Colegio con todos los grados del bachillerato, Parroquia de San Isidro más las iglesias de otros cultos, amplia cancha de fútbol, buenos establecimientos comerciales y bullosos bares, además de varios condominios ubicados, no solo en territorio perteneciente a Manizales, sino también a Neira.
Su temperatura es caliente y salubre. El régimen de lluvias es distinto al de Manizales y este sector conforma un delicioso microclima. Las estampas de la población nativa o asentada en este vallejuelo, su fisonomía, vestuario, residencias y flora casera, son similares, en más de un elemento, a las estampas de la costa atlántica. Cuando se transita por las carreteras que desembocan en el Kilómetro 41, a veces, vienen a la memoria parajes de caminos o veredas de Córdoba o Bolívar.
El caserío está rodeado por enormes haciendas de pasto, caña de azúcar y árboles frutales cultivados con toda la técnica. Hay una fábrica de concentrados, galpones de gallinas, lagos con peces y un vivero. Sin embargo, varias de estas empresas han entrado en crisis por lo que los trabajadores han engrosado el número de desempleados, de subempleados o han tenido que emigrar a ciudades cercanas como Manizales, Pereira, Chinchiná y aún Arauca. Ahora se sueña con el cacareado renacer del ferrocarril para que resurja la vida comercial del Kilómetro 41 y de Arauca. Mientras tanto, es común ver a los vecinos de la línea férrea viajando en las llamadas “marranitas” de madera que impulsan por la carrilera.
En la primera década del siglo XXI, se ha incrementado la explotación del oro, en las márgenes del río Cauca. Lo hacen de dos formas: la más artesanal consiste en abrir huecos verticales de cuatro por cuatro metros de ancho y de distintas profundidades; pueden ser de 20, 30, 40 o más metros de hondo y, en donde encuentren peña tuercen el rumbo del hueco y siguen cavando en forma horizontal; llegan a hacer socavones de 100, 200, 300 y 500 metros de largo. La parte superior la sostienen con troncos y tablas para que no se desmorone. Esa labor se llama enmaderar. Endemar consiste en buscar el oro en la peña valiéndose de muros de piedra. En la peña aparecen las vetas de oro y empiezan a seguirla lavándola con el agua que ingresan con arietes desde el río.
¿Cómo funciona? Varias personas (3) se asocian y consiguen a los trabajadores. Los socios aportan los malacates o ruedas para bajar los trabajadores al fondo del pozo abierto y subirlos y para subir el material que van a lavar. Fuera de los malacates, los socios aportan las poleas, herramientas y los arietes para introducir el agua o sacar el lodo cuando se inunda el pozo. Ellos consiguen los trabajadores que aportan la fuerza de trabajo. Para manejar los matacates se requiere gente fornida que sea capaz de contrarrestar el peso del que baja al ir desenvolviendo la polea; debe no dejar coger ventaja a la rueda y así evitar que fracase el que baja a semejante profundidad. En épocas pretéritas ese trabajo lo ejercían con bestias.
Socios y trabajadores llegan a un acuerdo en la repartición de lo explotado. Puede ser, por ejemplo, de un 50 por ciento para los socios y otro 50 por ciento para los trabajadores aunque no es extraño saber que los unos le tiraron clavija a los otros. El oro que encuentran se mide por onzas, gramos, tomines y castellanos. Una onza de oro se asemeja en tamaño a la cabeza de un fósforo y, en febrero de 2012, la vendían, en Arauca o Irra, por 65 mil pesos. Un gramo son como dos cabezas de fósforos. Un tomín equivale a 12 gramos. Ocho tomines conforman un castellano. Cuatro onzas forman un castellano y se vende por unos 240 mil pesos. El dólar en ese momento estaba a 1.800 pesos. Como en el caso del café, el precio del oro también fluctúa de acuerdo con el precio que tenga en Nueva York.
La otra forma de explotación del oro es más tecnificada y costosa. Los socios deben conseguir el permiso legal y una o dos retro-excavadoras, fuera de las canaletas para conducir el material al lugar del lavado que realizan utilizando el funesto cianuro. Los daños al medio ambiente y el paisaje son pavorosos. Visitar uno de esos sitios de explotación es ir a ver lo que quedó después del paso de un tsunami.
OCTAVIO HERNÁNDEZ JIMÉNEZ
(San José de Caldas, 1944), bachiller del Colegio Santo Tomás de Aquino de Apía (1962) y luego profesor del mismo centro educativo. Profesor de la Universidad de Cundinamarca (1974-1975). Profesor Titular y Profesor Distinguido de la Universidad de Caldas, en Manizales (1976-2001). Primer decano de la Facultad de Artes y Humanidades (1996-1999) y Vicerrector Académico (E.) de la misma Universidad (1996). Premio a la Investigación Científica, Universidad de Caldas, (1997). Primer Puesto en Investigación Universitaria, Concurso Departamento de Caldas-Instituto Caldense de Cultura (2000). Primer Puesto Categoría de Ensayo Nuevos Juegos Florales, Manizales, (1993 y 1995). Miembro Fundador de la Academia Caldense de Historia, Socio Fundador del Museo de Arte de Caldas, Miembro de la Junta Directiva de la Orquesta de Cámara de Caldas. Orden del Duende Ecológico (2008).
* OCTAVIO HERNÁNDEZ JIMÉNEZ ha publicado las siguientes obras: Geografía dialectal (1984), Funerales de Don Quijote (1987 y 2002), Camino Real de Occidente ( (1988), La Explotación del Volcán (1991), Cartas a Celina (1995), De Supersticiones y otras yerbas (1996), El Paladar de los caldenses (2000 y 2006), Nueve Noches en un amanecer (2001), Del dicho al hecho: sobre el habla cotidiana en Caldas (2001 y 2003), El Español en la alborada del siglo XXI (2002), Los caminos de la sangre (2011), Apía, tierra de la tarde (2011). Su ensayo “El Quijote en Colombia” hace parte de la Gran Enciclopedia Cervantina, de Carlos Alvar (2006).
* “El humanista Octavio Hernández Jiménez contribuye a la afirmación de la cultura popular en Caldas. Él, con ese orgullo caldense que siempre expresa en sus escritos, se ha empeñado en divulgar el folclor regional, pensando siempre en afirmar la identidad y autenticidad de la cultura caldense en el marco y relaciones con la cultura popular colombiana. El humanista caldense tiene una fuerza cultural muy significativa en el conocimiento y cultivo del folclor y en los aspectos diversos de la cultura popular que reflejan la esencia del alma colombiana. Octavio Hernández en su obra transmite la idea de que es necesario fortalecer en los caldenses la conciencia regional y nacional como pueblo de grandes valores y atributos” (Javier Ocampo López, miembro de la Academia Colombiana de la Lengua y de la Academia Colombia de Historia, en el texto “Octavio Hernández Jiménez, el humanista de la caldensidad”, 2001).
Título: Orden del Duende Ecológico.
“República de Colombia/ Alcaldía Municipal San José Caldas/ Nit. 810001998-8/ II Fiestas de Mitos y Leyendas. Resolución Nro 093-08 Octubre 09 de 2008. Por medio de la cual se otorga la Orden del Duende Ecológico. El Alcalde Municipal de San José Caldas, en ejercicio de sus facultades Constitucionales y, CONSIDERANDO: Que mediante el Acuerdo Municipal número 216 de 2008, se creó la Orden Del Duende Ecológico, máxima condecoración que el Alcalde Municipal concede a sus ciudadanos más destacados. Que es deber de esta Administración exaltar las cualidades y virtudes de una Persona Ilustre del Municipio que con su actuar ha dejado en alto el nombre del Municipio. Que el Doctor Octavio Hernández Jiménez es reconocido como un señor íntegro en medio de sus labores misionales, amante de la tradición y cultura propias de nuestra región, las cuales da a conocer como embajador de nuestro municipio a nivel regional y nacional. Que el Doctor Octavio Hernández Jiménez se ha destacado como un insigne señor, cívico por excelencia, colaborador incansable; se ha hecho presente en el desarrollo de importantes programas que han impulsado el progreso de nuestro Municipio, difundiendo ejemplo para presentes y futuras generaciones. Que el Doctor Octavio Hernández Jiménez se ha destacado en el estudio de la influencia de los mitos y leyendas y su divulgación dentro del Municipio de San José Caldas. Que según estudios realizados por el Doctor Octavio Hernández Jiménez, dentro de la historia del municipio se creó la figura del Duende Ecológico para preservar las aguas, nombre que hoy recibe la presente Orden. En mérito de lo expuesto, RESUELVE: Artículo Primero: Otorgar la Orden Duende Ecológico al Doctor Octavio Hernández Jiménez. Artículo Segundo: Exaltar las cualidades de tan ilustre personaje, quien con su excelente desempeño ha dejado un gran legado en el arte de escribir y en la conservación del patrimonio cultural. Artículo Tercero: Hacerle entrega de una placa al Doctor Octavio Hernández Jiménez, en acto público a realizarse el día 09 de octubre de 2008. Artículo Cuarto: Copa de la presente resolución será entregada en nota de estilo al Doctor Octavio Hernández Jiménez, en dicho acto. Comuníquese y cúmplase. Expedida en San José Caldas, a los nueve (09) días del mes de octubre del año dos mil ocho (2008). Daniel Ancízar Henao Castaño, Alcalde Municipal”.
octaviohernandezj@espaciosvecinos.com
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