APELLIDOS CORRIENTES EN MANIZALES

 

Octavio Hernández Jiménez

 

En el año de 2011 cambié mi vinculación de UNE por Telmex para el servicio de televisión, teléfono directo e internet. Una consecuencia imprevista fue la de que salí del Directorio Telefónico en el que había aparecido registrado por casi treinta años y de igual forma todas aquellas personas que habían hecho la misma selección.

 

Si ya no aparecíamos en ese libraco que creíamos que era un patrimonio y servicio de la ciudad para todos sus ciudadanos, sin discriminaciones comerciales, los curiosos no podríamos seguir contando la frecuencia mayor o menos de los apellidos en Manizales. En el año de 1993, realicé el último ejercicio que resultó muy revelador y cuyas variables quiero participar en este espacio.

 

La capital de Caldas, como la mayoría de capitales regionales, ofrece el reflejo aproximado de varios fenómenos históricos y sociales que repercuten en asuntos lingüísticos tan llamativos como los apellidos de la región que ella aglutina. Este aspecto ha sido poco estudiado, en el presente aunque fue objeto de investigaciones, en el pasado, a nivel general, no local, por historiadores como Otero D’Acosta y Emilio Robledo.

 

Manizales, desde el siglo XIX, se fue conformando como núcleo de pueblos de variado origen. Los colonizadores antioqueños no provenían del mismo sitio, ni llegaron en la misma oleada y los móviles de sus desplazamientos eran diferentes. Los empleados, maestros y curas del occidente de Caldas eran nombrados en Popayán y por el oriente, los pueblos estaban habitados, en gran porcentaje, por tolimenses y gentes de Cundinamarca.

 

Al nororiente del actual Departamento de Caldas llegaron ante todo de Sonsón y Abejorral, mientras que, al occidente, las oleadas humanas provenían de Caramanta, Andes, Támesis, Jericó y El Jardín. No todos eran de la misma rama ni tenían que ver unos con otros fuera de su urgencia por encontrar, al sur, al sureste, al suroeste, la tierra prometida. Esto explica que los apellidos más corrientes, en Manizales, no fueran los mismos que abundan en Medellín. Como pueden ser distintos los de un municipio caldense a otro.

 

En San José de Caldas hubo un viejo que creía conocer la genealogía de cada persona que se le colocara al frente. Era fama que cuando conversaba con un Restrepo, por ejemplo, le dijera: ¿Con quién quiere que lo emparente? Usted puede ser de los restrepos de Rionegro o de los restrepos de Caramanta.

 

Para sus deducciones bastábanle detalles, para él tan reveladores, como el color de la piel o el color político pues un apellido, en un sitio, siempre había sido negro y liberal mientras que en otro sitio, y para esos tiempos, tenía que seguir siendo, blanco y conservador.

 

Los apellidos de cepa castellana, gallega, asturiana y vascongada, llegaron en la humanidad de unas personas y fueron adoptados por nativos a su servicio, primero en Cauca y luego en Antioquia. Los conquistadores y primeros colonos que llegaron a Antioquia provenían del Cauca. El Mariscal y sus soldados arribaron a Anserma en 1539 y estos eran sus apellidos: Robledo, Rodrigo, Amoroto, Arriaga, Avendaño, Barros, Becerra, Bocanegra, Hernández, Bustamante, Castellanos, Castro, Cepeda, Cieza de León, Cobo, Cuéllar, Díaz, Hernández Gómez, Hoyos, Ledesma, Márquez, Miranda, Núñez, Ortega, Pineda, Quiñones, Rodríguez, Rubio, Noreña, Suer de Navas, Tapias, Torres, Ruiz Vanegas, Vélez y Vera. Algunos de ellos se quedaron en estas tierras y otros continuaron el camino hacia Antioquia.

 

Los primeros apellidos de que se tenga noticia histórica, en llegar a Los Rastrojos, primitivo nombre de la región en donde está enclavada la capital caldense, fueron López y Hurtado (1832). En 1848, año de la fundación, la Expedición de los Veinte estuvo integrada por Arango (4), Echeverri (3) y un representante de los apellidos Buitrago, Ceballos, Correa, Escobar, Grisales, Gil, Giraldo, Gómez, Palacio, Pavas, Quintero y Rodríguez. (Por lo visto, los veinte eran diecinueve, de acuerdo con la lista que presentó el Padre Fabo).

 

En 1993, decidí averiguar por los apellidos que tuvieran más número de representantes, a finales del siglo XX, en la capital de Caldas. Con la colaboración de varias personas, pude darme cuenta, por ejemplo, que los apellidos más comunes en Manizales, de acuerdo con los inscritos en los teléfonos fijos que eran los únicos que había pues no se habían masificado en el país los teléfonos celulares ni existía siquiera la infraestructura indispensable para ofrecerlos, no eran, como cualquier colombiano supondría, ni en orden ni en desorden, Arango, Jaramillo, Botero, Restrepo, Hoyos, Betancur, Londoño, Aristizábal, Trujillo, Ceballos, Zuluaga, Serna y Bedoya. Y, aunque el método utilizado tenga sus deficiencias y un amplio margen de error, puede darnos un bosquejo general en este curioso empeño.

 

Fuera de la capital del Departamento, en los restantes municipios no sería representativo el censo por usuarios de línea de teléfonos fijos pues mientras, en las ciudades, el teléfono fijo era un servicio de primera necesidad y fácil acceso, en los pueblos y veredas todavía era privilegio de unos y utilizado para cuestiones urgentes, por otros.

 

Estos eran, por número de teléfonos instalados, los apellidos más comunes, en Manizales, de acuerdo con el Directorio Telefónico correspondiente a 1993:

 

Gómez, 1109.

Giraldo, 1037.

López, 934.

García, 739.

González, 715.

Ramírez, 701.

Cardona, 688.

Valencia, 677.

Jaramillo, 667.

Arango, 535.

Castaño, 530.

Mejía, 528.

Duque, 482.

Botero, 455.

Osorio, 453.

Marín, 452.

Londoño, 431.

Sánchez, 415.

Zuluaga, 411.

Quintero, 373.

Arias, 372.

Salazar, 371.

Henao, 367.

Restrepo, 365.

Echeverri, 362.

Alzate, 339.

Aristizábal, 334.

Ospina, 323.

Escobar, 322.

Gutiérrez, 315.

Ocampo, 312.

Betancur, 309.

Jiménez, 305.

Franco, 289.

Rodríguez, 281.

Martínez, 281.

Orozco, 274.

Hernández, 272.

Muñoz, 268.

Correa, 262.

Díaz, 259.

Gallego, 258.

Álvarez, 251.

Buitrago, 249.

Serna, 227.

Montoya, 226.

Hoyos, 221.

Vargas, 220.

Cárdenas, 219.

Estrada, 219.

Morales, 209.

Toro, 207.

Villegas, 203.

Agudelo, 193.

Ríos, 186.

Loaiza, 185.

Vélez, 185.

Pérez, 183.

Uribe, 179.

Herrera, 173.

Trujillo, 165.

Velásquez, 161.

Patiño, 160.

Zapata, 157.

Rivera, 151.

Montes, 149.

Ortiz, 148.

Bedoya, 147.

Vásquez, 146.

Pineda, 146.

Hurtado, 144.

Calderón, 135.

Vallejo, 134.

Torres, 129.

Gaviria, 129.

Rendón, 126.

Tabares, 124.

Suárez, 124.

Ruiz, 118.

Rincón, 117.

Arbeláez, 117.

Flórez, 116.

Rojas, 115.

Grisales, 114.

Moreno, 113.

Ángel, 112.

Gil, 107.

Robledo, 106.

Ceballos, 105.

Castañeda, 103.

Salgado, 103.

Castrillón, 103.

Carmona, 102.

Galvis, 102.

Chica, 101.

Villa, 100.

Para abajo, los demás apellidos con menor número de inscritos.

 

Mientras, en Bogotá, el apellido más común es Rodríguez, de acuerdo con todos los registros, en Manizales dicho apellido baja a ocupar el puesto 33. ¿Qué factores mueven el alto o reducido crecimiento de unas familias? ¿Solo la libido? ¿Fuera de los factores genéticos cuáles otros son determinantes para esa preeminencia numérica?

 

Se entiende por apellidos de clase aquellos gentilicios correspondientes a familias o clanes que han ostentado el poder, históricamente, en un área determinada, y a los cuales les ha sido dado el mando, el honor y la gloria. No obstante, por tradición y lógica, los poderosos no han sido legión. Además, el poder cambia de manos y familias de acuerdo con las circunstancias temporales y sus formas sanctas o non sanctas de hacer dinero o atribuirse privilegios.

 

En el Directorio Telefónico, un apellido de mayorías pobres puede aparecer con escasos representantes, mientras que un apellido de gentes adineradas, con más contactos sociales o económicos, ocuparía más renglones, lo que haría suponer que son más que los desterrados de las citadas páginas. Tratando de evitar esto, en el pasado ejercicio de apellidos, cuando una persona tenía varios teléfonos se contabilizó como uno solo.

 

El escalafón de los apellidos en el Directorio elaborado por cuenta propia reserva, a todos, más de una sorpresa pues cada persona, interrogada desprevenidamente, elabora su propia lista. Solicitar a otras personas su propio listado, con los que cree son los cinco apellidos más comunes en Manizales, de acuerdo con su opinión, y luego, darles a conocer el resultado de la encuesta anterior, para resolver si se había aproximado o no, se puede hacer divertido. La mayoría no aciertan ni uno, entre los cinco primeros.

 

Si, de acuerdo con esta encuesta o cualquier otra, su apellido no está entre los más corrientes, por eso no se sienta abandonado en esta hacinada montaña en que se ha ido convirtiendo nuestra ciudad. La fuerza de un apellido no está en el número sino en la capacidad de acción que desarrollen sus usuarios.