TRUJILLO MAGNENAT

Y EL DISEÑO GRÁFICO

 

Octavio Hernández Jiménez

 

Sergio Trujillo Magnenat, (Manzanares Caldas 1911-Bogotá 1999),  aprendió a leer y vagar con la imaginación puesta en los textos literarios y las ilustraciones de las  Cartilla Charry y Alegría de Leer que se difundieron desde comienzos del siglo XX. Fueron dos clásicos de la escuela colombiana.

 

En la década de 1930, cuando Trujillo Magnenat ya se había radicado en la capital, figuraban en el panorama de la intelectualidad y la cultura colombiana, Guillermo Valencia, Baldomero Sanín Cano, Jorge Zalamea, Tomás Rueda Vargas, Ricardo Rendón, Germán Arciniegas, Germán Pardo García, Rafael Maya, Jorge Eliécer Gaitán, Alberto Lleras, Juan Lozano, Luis Vidales, Luis Tejada, Gilberto Vieira y los Leopardos Silvio Villegas, José Camacho y Augusto Ramírez.

 

Avanzaba la década de los treinta y se reponía el país de la más grave crisis económica del siglo XX (1928-1933), derivada de la recesión mundial. Se experimentaba con nuevas  políticas económicas,  industriales, comerciales, agrarias, culturales y educativas.

 

Esos nuevos vientos reanimaron la industria, la necesidad de promover los productos, el diseño de estrategias de venta, un pensamiento político, sociológico y antropológico de nuevo cuño además de cierto excedente en las arcas del gobierno que pudo invertirse en educación y publicaciones culturales.

 

Una de las revistas más prestigiosas, de ese momento, fue Pan cuyo primer número apareció en agosto de 1935 y duró hasta 1940. 

 

Pan no fue la única. En 1936, Sergio Trujillo Magnenat, como editor e ilustrador, publicó   “Rin Rin”,  Revista infantil que tuvo como material ineludible las solicitadas obras  de Rafael Pombo como  “Cuentos Pintados”, “Fábulas y verdades” y “Cuentos formales para niños formales”.

 

Sus fines eran didácticos y patrióticos. El contenido estaba compuesto por poemas, historias, descripciones, canciones, textos patrióticos, mapas de cada departamento con datos geográficos y económicos.

 

En el material con que ilustró la revista, Trujillo captó el espíritu de cada texto y las reacciones que buscaba producir en los que se acercaron a alguno de los diez números que salieron entre 1936 y 1938.

 

Los productos de tanto esmero eran variados: croquis con detalles pintorescos sobre sitios o productos sobresalientes de la zona aludida y, tal vez, lo más bello, esos cuadros que bien pudieron ser llevados a murales en instituciones educativas de cualquier nivel.

 

Hace alarde de humor blanco y humor negro, como en aquellas hormigas que exhiben carteles en los que se lee “Abajo los dibujantes”, “Vivan las avispas” y publica la escena de burros suicidándose y otros llorando de tristeza.

 

Con el paso del tiempo aumenta la riqueza de significados formales en las nuevas alternativas del diseño. Trujillo sale airoso con la monumentalidad de las figuras; hace alarde de ritmo y poesía como lo logró en forma magistral en los carteles que se difundieron con motivo de los Juegos Bolivarianos organizados para festejar el IV Centenario de la fundación de Bogotá, en agosto de 1938.

 

En 1939 se vinculó con la Universidad Nacional como profesor de Dibujo Anatómico. En 1945 ilustró la Revista de América y Bolívar y abre un taller para diseñar muebles y espacios interiores.

 

El diseñador gráfico caldense emprendió, en compañía de Germán Arciniegas, en 1947, la publicación de la revista “Hojas de Cultura Popular” que llegó al número cien. Perseguían lo que Rafael Pombo llamó una mentalidad nacional.

 

En esas páginas, el artista caldense mitificó pasajes y personajes heroicos, asuntos geográficos,  fauna,  flora, navegación, pasatiempos y formas que podían utilizar los escolares para fabricar  disfraces con ingredientes baratos.

 

Para lograr el objetivo de innovar, el artista produjo originales abecedarios, menos tradicionales aunque rigurosos en los convencionalismos aceptados por él. Fue crítico escrupuloso sobre su mismo producto.

 

En la obra “Una historia del libro ilustrado, en Colombia”, de Silvia Castrillón,  Camilo Umaña,  Carlos Riaño y Jairo Buitrago, se dice que Trujillo Magnenat pintaba letras.

 

Su grafismo era excepcional. Parecen páginas de códices medievales lanzados al futuro. Los productos de su imaginación obedecían a una vocación, una mentalidad, una sensibilidad, una habilidad no vistas, hasta entonces, en el país.

 

En vez de subrayar las ideas o metáforas importantes de un texto, Trujillo ampliaba  letras o  ilustraciones, disminuía su tamaño, entremezclaba párrafos irregulares con ilustraciones.

 

A Sergio se puede considerar como un precursor de muchas realizaciones que tuvieron apogeo cuando Marta Traba tronaba por todos los medios contra lo que ella llamó “arte menor”.

 

Sergio Trujillo Dávila, anotó que, a partir de las diatribas de Marta, Trujillo Magnenat se convirtió en un exiliado en su propia patria pero no disminuyó en el ritmo de su trabajo. En 1967 ilustró Cuentos Tricolores de Oswaldo Díaz, en 1974 ilustró Michín de Rafael Pombo y en 1979 diseñó carteles para la Feria del Libro de Bologna.

 

Motivos que pudieron explicar la animadversión de la crítica colombo-argentina, hacia el grupo de artistas colombianos que no ingresaron en su libreta personal, fueron que unos artistas juraron fidelidad al academicismo consuetudinario que ella detestaba; otros pretendían fundar un arte latinoamericano siguiendo el ejemplo del muralismo mexicano que, en Colombia, trajo como resultado el movimiento artístico denominado Bachué, mientras que otros, como Trujillo Magnenat, se interesaban por encontrar en  las elegantes formas del art decó y el arte socialista ruso, una estética innovadora.

 

Aparecieron  circunstancias favorables para que se corriera el velo que ocultó la obra del caldense.  En 1976, su familia, encabezada por Sergio Trujillo Dávila, se propuso desempolvar, rescatar, inventariar, recopilar y poner al servicio de esta causa su profesionalismo como fotógrafo.

 

Vale la pena que quienes siguen el proceso cultural y el desarrollo del arte en Colombia, y ojalá un buen número de compatriotas, prosigamos en este empeño pues, como dijo Ángela Pérez Mejía, no se puede olvidar que Trujillo Magnenat produjo “algunas de las joyas más destacadas del arte gráfico colombiano”.

 

En 1971, Traba, la papisa del arte, entreabría la puerta para que empezara, el redescubrimiento, el descubrimiento, el reconocimiento y la exaltación de Trujillo Magnenat  como dibujante, ilustrador, diseñador, pintor de caballete, muralista y ceramista en el que, como dice Germán Rubiano, “sus virtudes opacan sus defectos”.

 

Dijo Traba que el dibujo tiene un aire confesional y se beneficia de los impulsos espontáneos con que el artista fija en líneas la forma. El dibujante explica, insinúa y subraya; explica a trechos, con tierna prolijidad…Los dibujos tienen un encanto particular que no siempre alcanza la pintura”.

 

La gloria que ha corona a los artistas plásticos de la segunda parte del siglo XX, ha mirado hacia atrás. Las exposiciones con motivo del primer centenario del nacimiento de Trujillo Magnenat y la actual que, en los días finales de 2013, se puede observar en la sala del Banco de la República del Edificio Versalles Plaza de Manizales, organizada por Ángela Pérez y Claudia Villegas, confirman lo que John Naranjo, editor y tipógrafo, dijo sobre Sergio Trujillo: “su trabajo debería ser revaluado porque la historia no ha sido justa con él”.

 

Sorprende que aquí hablemos de dibujo e ilustraciones como una innovación cuando los espacios más privilegiados para exhibir arte se dedican a mostrar pinturas virtuales, incursiones en video y otros medios electrónicos incluidos el celular, aplicaciones, intervenciones,  performance, body art y realidad aumentada.

 

En la trastienda quedaron el arte cinético, op art, esculturas minimalistas y el arte de lo efímero que se pensó tan real y duradero.

 

Así las cosas,  sucede que, a pesar de los milenios transcurridos, el lápiz siempre estará de moda ya que las posibilidades del dibujo no tienen límites. De todo ser material o mental se pueden trazar contornos reales o fingidos. De lo único que no se puede trazar una línea envolvente es de los bordes del universo.

 

 

 

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